Radiohead es una banda que siempre ha desafiado las convenciones, y su octavo álbum de estudio, The King of Limbs, lanzado en 2011, es una prueba palpable de su habilidad para reinventarse constantemente. Este trabajo no sólo representa una ruptura con las estructuras tradicionales de la música, sino también con las expectativas del público y la industria. Con apenas ocho pistas y una duración total que apenas supera los 37 minutos, el álbum es un viaje denso, pero que se mueve con fluidez entre lo orgánico y lo electrónico, entre lo complejo y lo minimalista.
En 2011, Radiohead ya era conocida como una banda que constantemente empujaba los límites. Después del éxito de OK Computer (1997) y la posterior reinvención con Kid A (2000), que abrazó un sonido más experimental y electrónico, el grupo parecía comprometido en una búsqueda perpetua de nuevas formas musicales. The King of Limbs llega después de In Rainbows (2007), un álbum que, además de su sonido, se destacó por su innovadora estrategia de lanzamiento («paga lo que quieras»).
A diferencia de In Rainbows, que ofrecía un enfoque más cálido y accesible, The King of Limbs es más enigmático, fragmentado e introspectivo. Su estructura, corta y de pocas canciones, dejó a muchos fans perplejos, sintiendo que el álbum era más una pieza experimental o un boceto que una obra completa. Sin embargo, esta simplicidad aparente esconde una gran complejidad en términos de producción y composición.
Desde la primera escucha, es evidente que The King of Limbs se divide en dos mitades claras. Los primeros cuatro temas están dominados por ritmos complicados, percusiones entrelazadas y estructuras musicales poco convencionales. Los otros cuatro tienen un enfoque más ambiental y contemplativo, con un fuerte énfasis en la atmósfera y la textura. Esta dicotomía crea una sensación de dos experiencias musicales en un solo álbum, casi como si Radiohead hubiera querido presentar dos versiones distintas de sí mismos.
El álbum abre con «Bloom», una pista que desde el principio establece el tono con su ritmo errático y polirrítmico. La batería de Phil Selway se fusiona con loops electrónicos y una línea de bajo hipnótica, mientras la voz etérea de Thom Yorke parece flotar sobre la confusión, cantando versos sobre la naturaleza y la vida cíclica. La letra de Yorke es críptica, pero la sensación general es la de un ciclo infinito, con referencias al océano y a conceptos de renacimiento.
Esta sección inicial del álbum sigue con «Morning Mr. Magpie», un tema que toma un ritmo frenético y lo combina con una línea de guitarra nerviosa. La letra puede interpretarse como una reflexión sobre la paranoia y la sensación de pérdida de control, emociones que parecen estar en el centro de la narrativa del álbum. «Little By Little» continúa esta tendencia con un ritmo sincopado y acordes distorsionados, creando una sensación de desorientación. Aquí, la paranoia y la vulnerabilidad se hacen más presentes, con Yorke cantando sobre la fragmentación del ser.
La primera mitad culmina con «Feral», quizás la pista más abstracta del álbum. Es una pieza principalmente instrumental, con la voz de Yorke tratada como un instrumento más, difuminada y manipulada. El ritmo, nuevamente, es el centro, con un fuerte uso de capas de percusión que generan una sensación de inestabilidad y caos controlado.
La segunda mitad del álbum cambia de dirección. Empieza con «Lotus Flower», quizás la canción más reconocible del disco gracias a su vídeo viral, donde Thom Yorke realiza una coreografía errática y desconcertante. Aunque la canción sigue teniendo un ritmo predominante, se siente más espaciosa y accesible. La letra parece hablar de liberación, tanto emocional como física, con Yorke entonando: «There’s an empty space inside my heart / Where the weeds take root». La producción aquí es impecable, con un bajo prominente y una atmósfera de sintetizadores que envuelven la voz principal.
«Codex» es un respiro emocional dentro del álbum. Con un arreglo minimalista de piano y cuerdas, es quizás la canción más emotiva y desgarradora del álbum. Yorke canta con una melancolía profunda, invitando al oyente a sumergirse en un lago metafórico, una imagen que podría simbolizar tanto la muerte como la búsqueda de la paz interior. La calma de esta pista contrasta enormemente con la inquietud rítmica de las primeras canciones, subrayando la dualidad del álbum.
«Give Up The Ghost» sigue esta línea más tranquila. Es una balada folk despojada, con una guitarra acústica y capas de voces que se repiten en eco, creando una sensación de desvanecimiento o desaparición. Aquí, Yorke parece estar pidiendo liberación, cantando repetidamente: «Don’t hurt me / Gather up the lost and sold».
El álbum concluye con «Separator», que, aunque más ligera en su tono, sigue el tema de la liberación y el renacimiento. La letra «If you think this is over, then you’re wrong» sugiere que The King of Limbs es solo una parte de un ciclo más grande, un concepto que parece resonar a lo largo de todo el álbum.
La producción de The King of Limbs, a cargo de Nigel Godrich, el colaborador de larga data de la banda, es uno de los aspectos más destacados del álbum. Godrich ha sido clave en la evolución del sonido de Radiohead, y en este álbum, su enfoque es tan importante como las composiciones mismas. Cada pista está meticulosamente construida, con capas de sonidos electrónicos, loops de percusión, y texturas atmosféricas. El álbum es, en muchos aspectos, una obra de arte sonora, donde los pequeños detalles y matices se revelan solo con múltiples escuchas.
Los ritmos intrincados y las capas electrónicas recuerdan a la música IDM (intelligent dance music), un género que Radiohead ya había explorado en Kid A. Sin embargo, en The King of Limbs, la integración de estos elementos se siente más orgánica, menos alienante y más ligada a la naturaleza, como si la banda estuviera buscando un equilibrio entre lo humano y lo tecnológico.
Líricamente, The King of Limbs es críptico y abierto a la interpretación, pero varias temáticas parecen emerger a lo largo del álbum. La naturaleza es un tema recurrente, con imágenes de árboles, océanos y vida cíclica. El título mismo, The King of Limbs, hace referencia a un viejo roble en el bosque de Savernake en Inglaterra, subrayando esta conexión con lo natural.
El caos también es un tema central, con ritmos y estructuras que a menudo parecen desmoronarse o tambalearse. Esta sensación de desorientación se refleja en las letras, que a menudo hablan de pérdida, fragmentación y búsqueda de control. Pero junto con el caos, también hay una sensación de renacimiento o renovación, como si el desmoronamiento fuera necesario para la creación de algo nuevo.
The King of Limbs es un álbum que desafía las expectativas, tanto por su brevedad como por su enfoque en el ritmo y la textura por encima de las melodías convencionales. Aunque en su momento fue recibido con cierta confusión, ha envejecido bien, revelando con el tiempo su intrincada belleza y su audaz experimentación. Radiohead, como siempre, no se conforma con lo esperado y nos invita a un viaje donde el caos, la naturaleza y la búsqueda de liberación se entrelazan en un ciclo infinito.