The Endless River de Pink Floyd: Un Último Viaje por el Río de Sonidos
Cuando se anunció en 2014 que Pink Floyd lanzaría un nuevo álbum titulado The Endless River, el asombro y la curiosidad se apoderaron de los fanáticos. Después de dos décadas de silencio discográfico, la idea de un nuevo trabajo de la legendaria banda británica parecía un milagro, pero también despertaba una pregunta inevitable: ¿cómo sonaría Pink Floyd después de tanto tiempo? Con la expectativa a flor de piel, The Endless River fue presentado como un tributo a Richard Wright, el tecladista de la banda, fallecido en 2008, y una reflexión sonora que invitaba a sumergirse en el pasado musical de Pink Floyd.
El álbum tiene sus raíces en las sesiones de grabación de The Division Bell (1994). Durante esas sesiones, David Gilmour, Nick Mason y Richard Wright compusieron una gran cantidad de material instrumental, parte del cual no fue utilizado en el álbum final. Estas piezas no habían sido diseñadas para un álbum en ese momento, pero contenían el espíritu improvisacional y ambiental que caracteriza gran parte de la obra de Pink Floyd.
Con la muerte de Wright, Gilmour y Mason decidieron que era el momento adecuado para recuperar esas grabaciones y construir un nuevo álbum a su alrededor. Así, The Endless River fue concebido como un tributo a Wright y su legado, poniendo especial énfasis en su trabajo en los teclados. El resultado es un álbum predominantemente instrumental, cargado de nostalgia, y que parece servir como una coda al monumental legado de Pink Floyd.
A diferencia de otros álbumes icónicos de la banda, The Endless River no tiene una narrativa lírica central ni canciones convencionales en el sentido tradicional. En su lugar, es un viaje sonoro dividido en cuatro «lados», una clara referencia a los tiempos del vinilo, en los que los álbumes se experimentaban como una secuencia continua de música. Es casi una oda a la era en la que Pink Floyd reinaba, con sus largas suites instrumentales, atmósferas etéreas y transiciones fluidas.
El hecho de que sea un álbum instrumental lo distingue aún más del resto de su discografía. Aquí, las voces de Gilmour y Mason apenas se oyen, y es Richard Wright quien se convierte en el alma de la obra. Sus teclados, cargados de eco y texturas espaciales, son los protagonistas, creando paisajes sonoros que evocan la grandeza de álbumes como The Dark Side of the Moon y Wish You Were Here.
El título del álbum es en sí mismo una metáfora: The Endless River evoca la idea de un río interminable de música, fluyendo sin cesar a través del tiempo y del espacio. Esto es exactamente lo que Pink Floyd logra en este álbum: una corriente musical que fluye de una pista a otra, sumergiendo al oyente en una experiencia inmersiva. La frase es tomada de la letra del tema High Hopes.
- «Things Left Unsaid» abre el álbum con una tranquilidad abrumadora. Es un preludio que introduce la atmósfera del disco, con ecos de conversaciones y sonidos espaciales. Se siente como una invitación a un viaje introspectivo, donde el silencio y la música se entrelazan.
- «It’s What We Do» es un claro guiño a los días más experimentales de la banda. La influencia de Wish You Were Here es evidente en los sintetizadores de Wright y la guitarra de Gilmour, que se desliza con la misma melancolía y precisión que en sus días más gloriosos.
- «Sum» y «Skins» presentan un lado más rítmico del álbum, donde Nick Mason se permite brillar con percusiones más destacadas. Son piezas que remiten a la era de The Dark Side of the Moon y Meddle, cuando la banda experimentaba con largos pasajes instrumentales que se construían lentamente hasta alcanzar un clímax.
- «Anisina» es quizás la pieza más emotiva del álbum, con una melodía de piano que recuerda a las composiciones más tiernas de Wright. Aquí, Gilmour añade un solo de saxofón que otorga un aire melancólico, casi como una despedida a su amigo y compañero de banda.
- «Allons-y» y «Autumn ‘68» funcionan como interludios que conectan diferentes partes del álbum. En estas pistas, la banda recurre a sus raíces experimentales, jugando con la dinámica de la guitarra, el teclado y el ritmo en una estructura fluida y minimalista.
- «Talkin’ Hawkin'» es otro momento destacado del álbum, donde Pink Floyd reutiliza la voz sintetizada del físico Stephen Hawking, que ya había aparecido en The Division Bell. Es un recordatorio de la importancia de la comunicación y la comprensión, temas recurrentes en la música de la banda.
La única canción con voz en The Endless River es «Louder Than Words», donde la esposa de Gilmour, Polly Samson, contribuyó con la letra. Aquí, Gilmour reflexiona sobre la compleja historia de la banda y su capacidad para comunicarse más allá de las palabras. Es una declaración poderosa sobre la dinámica de Pink Floyd, marcada por conflictos personales, pero también por una conexión musical profunda que superaba las palabras.
En la canción, Gilmour canta: «We bitch and we fight / But this thing we do / It’s louder than words», lo que sugiere que, a pesar de los desacuerdos y tensiones, la música de Pink Floyd ha trascendido cualquier conflicto. Es un homenaje al legado de la banda, y una despedida simbólica que cierra el álbum y, en muchos sentidos, la carrera de Pink Floyd como banda activa.
The Endless River no es un álbum para todos. Aquellos que esperaban un nuevo The Wall o un Wish You Were Here se sintieron decepcionados por su enfoque predominantemente instrumental y su estructura fragmentada. Sin embargo, para los seguidores más devotos de Pink Floyd, el álbum es una joya, un último vistazo a la magia que la banda fue capaz de crear durante más de cinco décadas.
Es un álbum que debe ser experimentado más que analizado en busca de un significado profundo. No hay una narrativa clara ni una historia definida; es simplemente un flujo constante de sonidos y texturas que evocan emociones e imágenes. Es, en muchos sentidos, un tributo a Richard Wright y una carta de amor a la música que la banda creó juntos. Al igual que un río interminable, la música de Pink Floyd sigue fluyendo, aunque sus creadores ya no estén presentes.
Con The Endless River, Pink Floyd nos ofrece una última oportunidad de navegar por su mundo sonoro, recordándonos por qué son una de las bandas más importantes e influyentes de la historia del rock. Como sugiere el título, su legado musical es un río que seguirá fluyendo, inspirando a generaciones futuras, mucho después de que sus creadores hayan dejado de tocar.