Cuando Opeth lanzó Blackwater Park en 2001, el mundo del metal estaba a punto de ser sacudido por una obra maestra que fusionaba la brutalidad del death metal con la complejidad y la belleza del rock progresivo. Este álbum, el quinto en la discografía de la banda sueca, no solo consolidó a Opeth como una fuerza creativa, sino que también re definió los límites del metal extremo, estableciendo un nuevo estándar de lo que el género podía lograr.
Para comprender Blackwater Park, es crucial situarse en el contexto de la carrera de Opeth y la evolución del metal a finales de los años 90 y principios de los 2000. Después de haber lanzado cuatro álbumes que ya mostraban su talento para combinar la agresividad del death metal con la sensibilidad melódica, Opeth se encontraba en un punto de inflexión. La banda, liderada por el talentoso Mikael Åkerfeldt, estaba lista para trascender las fronteras del género.