Ascension

Fecha de lanzamiento: 19 de septiembre de 2025
Discográfica: Nuclear Blast
Productor: Gregor Mackintosh
Mezcla / masterización: Lawrence Mackrory
Duración aproximada: 51:02 minutos

Ascension es el 17.º álbum de estudio de Paradise Lost.
Marca el mayor intervalo entre material completamente nuevo en su historia hasta la fecha, al ser el primero tras Obsidian (2020).
Es también el último álbum que incluye al baterista Guido Montanarini, quien dejó la banda en mayo de 2025.

La portada utiliza la pintura The Court of Death de George Frederic Watts (1870-1902), que se exhibe en la Tate Gallery en Londres. La imagen representa a la Muerte como Ángel entronizado, flanqueado por figuras alegóricas del Silencio y el Misterio, custodiando el amanecer y una estrella de esperanza; guerreros dejando caer armas, coronas abandonadas — símbolos de que el estatus terrenal no protege del destino universal.
Greg Mackintosh comenta que al revisar su álbum Icon (1993) les influyó al escribir Ascension. Esa revisión del pasado les permitió reencauzar su visión sonora, equilibrando grandeza, melodía, oscuridad y peso.
En cuanto a la guitarra y sonido: Mackintosh ha explorado tonos más oscuros, atmósferas densas, uso de micrófonos antiguos, pickups custom (inspirados en modelos clásicos de Ibanez) y efectos de tipo “cocked-wah” para lograr texturas que remiten a sus influencias iniciales — tanto del rock gótico como del doom/death.

Serpent on the Cross
Tyrants Serenade
Salvation
Silence Like The Grave
Lay A Wreath Upon The World
Diluvium
Savage Days
Sirens
Deceivers
The Precipice

(Algunas fuentes mencionan pistas extra como “This Stark Town / A Life Unknown”, pero esas podrían corresponder a variantes, bonus tracks o discrepancias en formatos).

Oscuridad, melancolía, mortalidad: varios críticos destacan que Ascension explora temas como la pérdida, el dolor existencial, el paso del tiempo, y la inevitable decadencia humana.
Triunfo vs tragedia, contraste entre lo grandioso y lo quebrado: Nick Holmes lo describe como “mosnstrous misery”, “vigorosa tristeza”, un paseo a través de triunfos gloriosos y tragedias lamentables.
Construcción melódica prominente: vuelve la combinación de voces limpias y guturales, coros memorables, melodías que remiten a sus álbumes de mediados de los 90s como Icon y Draconian Times, con riffs más densos, pesados, pero bien definidos.

Sonido más pulido y expansivo, pero sin renunciar al peso del doom/death. No se busca lo “ruidoso” por defecto, sino un paisaje sonoro que mezcle densidad, claridad, y atmósfera.
Uso de recursos de producción para generar espacio: guitarras que tienen cuerpo, bajos que aparecen mejor definidos, batería que golpea pero con espacio reverberante, ambientes (“ghost-lights”, elementos sintéticos o de textura) que complementan sin distraer.
Gregor Mackintosh ha asumido producción propia, lo que le da coherencia estética; él mismo confiesa que ha trabajado en su estudio, en ambientes controlados, buscando logros técnicos (tonos, pickups, efectos) que correspondan al carácter del álbum.

Varios cortes llaman la atención por su fuerza, emotividad o construcción:

Serpent on the Cross: apertura contundente. Combina riffs doomy, atmósferas sombrías, y una mezcla dinámica. Establece tono para lo que viene.
Silence Like The Grave: uno de los singles. Buen ejemplo del balance entre limpieza vocal y brutalidad, melodía memorable, coro potente.
Savage Days: quizás uno de los momentos más emocionalmente accesibles, donde la banda equilibra su oscuridad con melodías que quedan después de escuchar. Las voces limpias tienen gran protagonismo.
The Precipice: cierre portentoso; arranca lento, masivo, va construyendo tensión, volumen, dramatismo. Un final que refuerza la idea del álbum como viaje.

Lo que funciona muy bien

Madurez: la banda suena segura, sin necesidad de sobre-probar nada. Se percibe que saben quiénes son, qué tono quieren lograr, cómo manejar los contrastes entre melodía y pesadez.
Equilibrio entre lo viejo y lo nuevo: recuperan elementos clásicos de su sonido (doom/death, melancolía gótica, coros, riffs densos), pero incorporando mejoras en producción, claridad y sensación de espacio en las canciones, lo que hace que no suene “viejuno”, sino renovado.
Voz de Nick Holmes: muchos críticos coinciden en que su capacidad vocal limpia ha envejecido bien; que su ejecución de voces limpias y guturales sigue siendo potente, expresiva.
Buen diseño de álbum: la estructura está bien pensada: abrir con fuerza, momentos intermedios de introspección, cierres grandes, diversidad de tempo (no todo doom lento, sí momentos brutales, riffs más ágiles, interludios).
Producción cuidadosa: claridad, buen trabajo sonoro, mezcla contundente sin sacrificar los matices.

Posibles críticas

Algunos fans podrían sentir que no hay riesgos estilísticos extremos: Ascension afianza lo que ya se sabe que Paradise Lost puede hacer, más que abrir nuevas fronteras. Si uno busca experimentación radical, puede que quede algo de decepción.
La diferencia entre partes limpias y partes “más pesadas/guturales” puede sentirse demasiado marcada en algunos tracks.
Densidad atmosférica muy grande puede llevar a que las canciones más lentas o introspectivas se sientan lentas si no se escucha con atención; puede que algunas partes parezcan menos inmediatas al oyente casual.

Recepción preliminar y expectativa

Las reseñas especializadas han sido en general muy positivas, el álbum se pone entre lo mejor que han hecho en los últimos años, con algunas críticas que lo ponen casi al nivel de sus días de mayor influencia (Icon, Draconian Times).
Los seguidores en foros / redes parecen muy contentos; se menciona que este disco marca un retorno o reafirmación fuerte, especialmente después del período algo más irregular o con menos material nuevo.
Es probable que Ascension sea parte de las listas de fin de año en muchos medios de metal / gothic doom, dada su calidad técnica, emotiva y su capacidad de resonar tanto con viejos seguidores como con oyentes nuevos.

Ascension no es sólo otra entrada en la ya amplia discografía de Paradise Lost: es una declaración —que después de cinco años de espera, los veteranos británicos siguen siendo capaces no solo de evocar sombras, sino de pintar con ellas. El álbum late con la melancolía característica del grupo, pero también brilla con claridad, pulso y canciones que se quedan en la memoria.

Desde la apertura monumental de Serpent on the Cross, pasando por los ganchos mortales de Silence Like The Grave, hasta la majestuosidad terminal de The Precipice, Ascension demuestra que la grandeza no está solo en el volumen, sino en lo que un riff, una melodía, una letra, pueden hacer cuando se siente que cada nota importa.

No inventa un nuevo género, pero revisita su legado con humildad y dominio, y lo expande con experiencia. Un disco imprescindible para los seguidores del doom-gótico, pero también para cualquiera que aprecie música pesada con emotividad, sombra y belleza.