Lanzado el 15 de septiembre de 2003, Reality es el vigésimo tercer álbum de estudio de David Bowie y, durante una década, fue considerado su último trabajo antes de su sorpresivo regreso con The Next Day en 2013. Con una producción a cargo de Bowie y Tony Visconti, el disco refleja una mezcla de estilos que van desde el rock alternativo hasta toques de art rock, con una energía más cruda y directa en comparación con Heathen (2002), su predecesor melancólico y atmosférico.
Desde su apertura con “New Killer Star”, el álbum muestra un Bowie confiado y enérgico, con guitarras marcadas y un ritmo dinámico. Temas como “Pablo Picasso”, una reinterpretación de la canción de Jonathan Richman, y “Looking for Water”, con su esencia minimalista y percusiva, destacan el lado más crudo del álbum. Por otro lado, “The Loneliest Guy” y “Bring Me the Disco King” aportan una introspección oscura, con arreglos sutiles y una interpretación vocal cargada de emotividad. La producción del álbum, a pesar de su diversidad estilística, logra una cohesión notable, donde cada canción fluye dentro de un mismo universo sonoro.
En cuanto a los músicos que participaron en la grabación de Reality, Bowie estuvo acompañado por un grupo de instrumentistas de primer nivel. Gerry Leonard, David Torn y Earl Slick contribuyeron con sus distintivas guitarras, aportando una mezcla de texturas y estilos, desde lo melódico hasta lo más abrasivo. Gail Ann Dorsey y Mark Plati se encargaron del bajo, proporcionando una base rítmica sólida, mientras que Sterling Campbell estuvo a cargo de la batería, ofreciendo una interpretación versátil que abarca desde lo contundente hasta lo sutil. Mike Garson, el pianista de la era Aladdin Sane, también tuvo un papel crucial en temas como “Bring Me the Disco King”, con su inconfundible toque jazzístico.
Reality fue bien recibido por la crítica y los seguidores, aunque su carácter directo y su producción más sencilla contrastaron con el enfoque más elaborado de Heathen. Fue acompañado por una extensa gira mundial, la última de Bowie, interrumpida abruptamente en 2004 debido a problemas de salud que lo llevaron a retirarse de los escenarios durante una década. Con el paso del tiempo, el álbum ha sido revalorizado como una despedida involuntaria de Bowie antes de su pausa, encapsulando su madurez artística y su capacidad de reinventarse hasta el último momento.